Esta pequeña planta es una epifita originaria de bosques de las zonas tropicales de África (Costa de Marfil, Camerún, Nigeria, Zaire, Uganda, etc.) en los que crece hasta una altitud de 2.000 metros.
Al Bulbopyllum falcatum (Lindl.) Rchb.f. (1861) se le conoce también por numerosos sinónimos: B. arnoldianum, B. kewense, B. deistelianum, B. lubiense, B. millenii, B. minutum, etc. Algunos botánicos diferencian tres tipos con pequeñas variaciones en las flores: falcatum, bufo y velutinum. El mío lo compré en diciembre a Roelke (Alemania) en una pequeña maceta con varios pseudobulbos y lo monté en una placa de corcho con musgo de bosque cubriendo las raíces.
En mayo comenzó a echar varas florales. Esta especie se caracteriza porque sus inflorescencias que crecen desde la base de los pseudobulbos, son largas espigas con muchas flores pequeñas distribuidas a ambos lados de un raquis aplanado, de color amarillo vivo y granate o púrpura. Los espécimenes grandes se llenan de varas florales y son muy bonitos, por lo que aunque se propaga fácilmente por división del rizoma (al menos tres bulbos), si dispones de sitio suficiente, es preferible dejar que forme matas grandes para producir un efecto más llamativo al florecer.
Puedes cultivarlo como la mayoría de los Bulbophyllum, en macetas con un sustrato estándar a base de corteza de pino pequeña, algo de sphagnum, carbón vegetal y poliestireno, asegurando el drenaje. También puedes ponerlo en cestas colgantes o montarlo sobre trozos de corcho, cubriendo las raíces con musgo para mantenerlas húmedas. Aunque es bastante tolerante en cuanto a su cultivo, es preferible que tenga sombra ligera, temperatura cálida, humedad media/alta, buena ventilación y un riego que mantenga el sustrato siempre húmedo, bajándolo sólo un poco en invierno. Un abonado ligero le favorece.
Anímate a probar con ella, vale la pena cuando se llena de flores que duran mucho tiempo.
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